viernes, 12 de junio de 2009

15 - SOCIEDAD AGRARIA DE TRANSFORMACIÓN.

Don Tomás de vuelta de una de sus comidas de negocios pide a todos que se reúnan en su despacho, saca de su cartera cinco modelos de etiquetas diferentes para los tres vinos que comercializan y pide a Manolo que las reparta entre sus compañeros.

—Estas son las nuevas etiquetas que nos han preparado para renovar las que mostraban las botellas hasta ahora, me gustaría que se las lleven y me las devuelvan en dos o tres días escribiendo en el reverso lo que opinan, por ejemplo, si les atrae el diseño, los colores, la estética contribuyendo así en la decisión de comprar el vino.

—Si, por el contrario, no les dice nada, les resulta anodina e incluso desagradable con lo que rechazarían el producto sin ni siquiera conocerlo, en fin, pongan lo que quieran libremente. Entre todas ellas la cooperativa elegirá una para cada uno de los tres vinos. A nadie escapa que una buena presentación de la botella es el primer factor de atracción para el comprador que tiene que elegir entre un océano de vinos nacionales e internacionales.

— ¡Ah! Otra cosa, acabo de hablar de cooperativa, de nuestra cooperativa. Bueno pues, de ahora en adelante seremos, somos, una " Sociedad Agraria de Transformación". Si, si, como lo oyen, a mi personalmente me gusta "Cooperativa" pero como decíamos en otros tiempos: " doctores tiene la iglesia" parece que hay un afán por cambiar el sentido del lenguaje, para que también las palabras se conviertan en un producto bajo en calorías, en algo descafeinado que diga sin decir, que sea eso que los cursis llaman "políticamente correcto".

—¿Y no podemos seguir con el nombre de "Cooperativa"?— pregunta Silvia.—

—Pues parece ser que no, porque aparte de los comentarios de un cascarrabias como yo, hay matices importantes entre "Cooperativa" y "Sociedad Agraria de Transformación" que tienen que ver con los acuerdos económicos en los que los socios se comprometen utilizando, por ejemplo el voto, de forma proporcional a la participación individual del capital social suscrito en lugar de la vieja regla cooperativa de "un socio, un voto".También contempla algunos otros aspectos jurídicos importantes para los socios, todo hoy en día es más sutil y complicado que antaño. Pero de cualquier manera, nosotros no tenemos que entrar en esto, nuestra función es comercializar el vino y es en eso en lo que debemos de enfocarnos.

—Eso es todo, ya pueden volver a su trabajo, Silvia, Esperanza y Manolo quédense un momento.

Don Tomás les indica que se sienten preguntándoles por las ventas, los clientes y la sensación que tienen del mercado en la actual situación económica llegando todos a la conclusión de que a pesar de la crisis la demanda de vino no baja sustancialmente aunque hay que hilar muy fino en lo que a los precios se refiere sacrificando o disminuyendo algunos márgenes que tradicionalmente eran altos en aras a mantener los clientes antiguos y de peso que últimamente dudan ante la cantidad de ofertas que inunda el mercado.

—Bien— comenta don Tomás— el asunto de los precios es básico y necesita atención constante, precisamente la semana que viene se reúnen los miembros de la Cooperativa, perdón —suspira don Tomás— los miembros de la Sociedad Agraria de Transformación para tratar varios puntos entre los que los precios son una de las prioridades a discutir. Pero, de momento, yo les quería proponer que mañana viernes ustedes subieran a …la Sociedad en lugar de venir a la oficina, si se van temprano estarían allí sobre el mediodía, pasarían la tarde con uno de los socios que les haría un recorrido refrescándoles sus conocimientos sobre la planta y luego, sobre las siete se podrían volver. Para las diez de la noche más o menos estarían de nuevo en Madrid y tendrían sábado y domingo por delante para descansar. Un vistazo a las instalaciones les vendría muy bien. Si mal no recuerdo hace ya tiempo que no han ido por allí.

—Yo no he estado nunca— comenta Silvia.—

—¡Ah! Pues mejor que mejor…¿Qué les parece?

—Podemos subir en mi cuatro por cuatro— se ofrece Manolo.—

—Bien, pónganse ustedes de acuerdo, yo les llamaré para que tengan preparada una buena comida en el salón de visitas y repongan energías nada más que lleguen.

Manolo piensa en esta escena del día anterior mientras coge el desvío al hostal Tudanca, primera y posiblemente única parada hasta que lleguen a Labastida. Silvia y Esperanza hablan de trapos, del Hola, de chicos con los que han salido últimamente y de las posibilidades del Internet para contactar con gente.

Después de llenar el depósito desayunan unos bocadillos de tortilla en la barra que está ocupada por un buen número de ciudadanos de la tercera, cuarta o quinta edad que se acogen a la política de "Envejecimiento Activo" del Imserso y ocupan toda la barra engullendo todo lo que se les pone por delante entre grandes risas y enorme vitalidad; otros merodean por la tienda entre los lomos embuchados, chorizos, lomo frito en aceite embasado en botes de cristal, piernas de cordero asado en embases al vacío listas para comer, galletas, magdalenas y pastas confeccionadas por las monjas de varios conventos de la zona. Algunos de ellos hacen acopio de varios productos así como de los vinos de la Ribera o La Rioja que llenan las estanterías.

Una hora después se desvían a la derecha de Burgos para coger la autopista de peaje hacia Vitoria; a su izquierda, algo alejado, queda la aglomeración del ladrillo anárquico extendido como un feo borrón a través del cual aún sobresalen tímidamente las dos torres grises con sus agujas caladas de la catedral gótica. En la salida de Pancorbo enlazan con la N-232 que les lleva rápidamente por Fonzaleche y Casalarreina hasta Haro y de allí a Labastida.

La bodega es de corte clásico, un edificio de piedra con escudo heráldico sobre un dintel labrado que adorna e imprime reciedumbre a un gran portón de roble antiguo. Estética tradicional que se agradece ahora que surgen como hongos las nuevas edificaciones de acero inoxidable como cementerios de chatarra depositados en medio de un paisaje idílico de viñas y laderas ondulantes, módulos de cemento, cubos y construcciones bunker que según las modas arquitectónicas al uso quieren dar un aspecto aéreo a las bodegas.

Les recibe uno de los socios que dada la hora que es les lleva directamente a una sala-comedor adornada con barricas, viejas cubas y botellas premiadas en diferentes concursos. La sala dispone de un asador y varias mesas rectangulares con bancos a sus lados.

—Aquí, como podéis ver, se sirven vinos y preparan comidas sencillas para grupos de clientes y amigos. Tiene un gran éxito y es muy importante en las relaciones con compradores muchos de ellos extranjeros.

Se sientan en una de las mesas en las que han preparado una cazuela con menestra de verduras y unas parrillas individuales con chuletillas de cordero que se mantienen calientes al rescoldo de unos trozos de sarmiento. Mientras comen acompañándose con una botella de cosechero se van poniendo al día sobre la bodega que es de mediano tamaño en comparación con las de la zona y reúne las cosechas de los socios que cultivan la uva Tempranillo, Garnacha tinta, Mazuelo y Graciano en diferente proporción.

—Como ya saben— pero él se lo recuerda— preparan parte de la cosecha en maceración carbónica para comercializar enseguida mientras que al resto se le elimina el raspón del racimo antes de la fermentación para destinarlo a la crianza.

Para los vinos tintos el período de crianza en barrica de roble es de un año seguido de otro en botella, en los destinados a reserva el período de crianza en barrica de roble y botella no debe de bajar de los treinta y seis meses, con un tiempo mínimo en barrica de roble de doce meses.

Terminan pronto de comer y pasan directamente a visitar la bodega, mientras suben y bajan las escaleras contemplan los depósitos de acero inoxidable con capacidad para cuarenta y cinco mil litros, se les habla de todo el proceso de elaboración, de la maceración en frío, de las técnicas de potenciación: elaboraciones de doble pasta, microoxigenación, delestage, sangrados…de los diferentes prensados en los que se obtienen tres calidades de vino, de las analíticas del mosto en cada momento, del envejecimiento en barricas que en el caso de esta bodega son de roble americano. Después se acercan a la máquina de etiquetado y embalaje.

Esperanza pregunta sobre las botellas y los corchos y de lo que influye en la presentación de los vinos a los compradores.

—Así es. La mayor parte de los amantes del vino, por no decir todos, quiere el vino en botella, con cápsula de estaño o estaño y plomo y tapones de corcho. En los vinos de reserva y gran reserva sigue siendo así, no sin embargo en los más comunes en los que se usa de modo generalizado componentes de plástico. Vosotros que estáis en la comercialización sabéis la enorme competencia del mercado actual, el envasado encarece mucho el producto dependiendo de su calidad, así que se está constantemente buscando alternativas que alivien el precio y resulten agradables al consumidor.

Vuelven a la oficina con su salón de visitas y prueban los tres tipos de vino coincidiendo en la originalidad del vino de maceración carbónica que no se suele encontrar en Madrid. La charla continúa entrada la tarde y Manolo sugiere que como ya esta anocheciendo sería un buen momento para darse la vuelta.

—¡Pero Manolín, que prisa tienes! Mañana es sábado— indica Silvia.

Esperanza piensa que sería buena idea, ya que han venido hasta aquí, tomarse unos vinos y unos pinchos por los bares de Haro. Manolo mira a Silvia que le sonríe con su cara pícara y voluptuosa y su cuerpo atlético del que sabe sacar muy buen partido. Luego se fija en Esperanza, de aspecto más serio, el pelo negro y los ojos penetrantes. Naturalmente se deja llevar por las dos, al fin y al cabo no tiene ningún plan a la vista excepto la playstation.

Las calles con sus caserones de piedra tachonados de escudos permanecen desiertas, sólo de vez en cuando se filtra la luz azulada de algún estridente televisor encendido en un pequeño bar. Montan en el coche y van hasta el pueblo de Ábalos, ha anochecido, la plaza de la iglesia está desierta, la luna pálida cruza entre dos calles y se oculta entre nubes que difuminan su luz sobre las huertas y las viñas. Esperanza y Silvia van cogidas del brazo de Manolo, dos vecinos se cruzan y sus voces reverberan en las paredes de la plaza y la iglesia que está suavemente iluminada y muestra su torre barroca.

Deciden volver a Haro, aparcan cerca de la plaza, hay bastante ambiente, parejas de fin de semana, grupos de hombres recorriendo los bares, excursionistas de Vitoria y Bilbao. Se unen a la peregrinación popular tomando vino de cosechero y eligiendo un pincho en cada sitio entre toda la enorme variedad riojana incluyendo naturalmente los pimientos rellenos.

—¿Y tu tienes novia Manolo?— pregunta Silvia.—

—¿Yo? Pues no.

—Pero tu eres muy majo… ¿No se te dan bien las chicas? — pregunta Esperanza.—

—A mi no me resulta fácil…vosotras sois las que decidís y podéis elegir.

—¿Nosotras? ¡Huy! estás muy equivocado, no hay más que memos y cuando encuentras alguno que merece la pena o le gustan los hombres o está casado…

—Bueno, no será para tanto…

—Sí, si lo es, además ahora está la moda de conocer a la gente por Internet y a Silvia y a mí no nos hace ninguna gracia. Te pretenden imponer condiciones…que si eres gordita que no te molestes en contestar, que si no mides tanto y cuanto pues tampoco, que si te gusta esta moda o la otra, que si esto y que si lo otro…¿Pero qué se habrán creído?¡Vaya mundo de pringados!

—Pero eso será entre chicos y chicas muy jóvenes.

—Si treinta o treinta y tantos te parece muy joven pues entonces sí.

—Pues yo creo que ellas hacen lo mismo y además, como digo, tenéis la última palabra para decidir.

El tiempo pasa amable y divertido sintiéndose más relajados con los vinos y los pinchos. Entre conversación y conversación Manolo elucubra para sus adentros: mirar chicas—piensa— me gustaría acostarme con una de vosotras ¿Porqué no lo echáis a suertes?

—¿En que piensas Manolo? Estás como distraído…

—¡No, no, pensaba en la hora que vamos a volver.

—Pues mira, yo creo— mirando a Esperanza— que lo mejor sería que nos quedásemos a dormir aquí y por la mañana, sin prisas, nos volviésemos con la luz del día.

—A mí me parece muy bien— afirma Esperanza.—

—¿Y tú que opinas Manolín?

— Pues nada, lo que digáis vosotras, total, son ya más de las once de la noche…

Se acercan al hotel Los Agustinos donde para esa noche disponen de dos habitaciones. Pasan por el bar y deciden pedir una botella de Cava y se relajan en el histórico y acogedor salón en el que no hay nadie y cuyo agradable silencio solo es alterado por las risitas de Silvia y Esperanza. Sobre las doce deciden irse a las habitaciones, Manolo les da las buenas noches y cierra la puerta tras de sí tumbándose vestido sobre la cama.

Comienza a adormilarse cuando oye llamar quedamente a la puerta, es Silvia que aún tiene su vaso de cava en la mano a medio terminar.

—Perdona Manolo ¿Puedes venir un momentito a nuestra habitación?

Sentada en el borde de la cama Esperanza se desnuda mientras Silvia lleva a Manolo al sofá y comienza a desabrocharle la camisa. A Manolo le sube una oleada de nervios y está por levantarse y salir corriendo.

—Tranquilízate Manolo que sabemos que esto te va a gustar— le sonríe Silvia.

Manolo se deshace entre los brazos de Silvia y Esperanza que inundan sus sentidos de una sensación parecida a la que le produce la música, entrelazados en abrazos suaves, en dulces y húmedos besos que le cortan la respiración, inundado por los cabellos de ambas que se deslizan acariciándole la piel como una cascada, jadeando, entremezclando sus alientos, sintiendo el aroma perfumado de sus cuellos, el sudor de la pasión que circula entre los tres como el arco de un violín produciendo un mutuo escalofrío de placer breve y estremecedor, como una sensación de muerte que renace en si misma y explota derramándose por el interior del cuerpo.

Suena el móvil y Manolo se despierta contestando mecánicamente, son Silvia y Esperanza que le están esperando para desayunar. Después de una ducha de la que le cuesta salir consigue por fin vestirse y bajar al restaurante.

—Buenos días— sonríen las dos al unísono— ¿Has dormido algo?

—Algo sí, pero no me acuerdo cuanto.

—Pues no mucho— contesta Esperanza— porque entre unas cosas y otras nos dieron las cinco de la mañana y fue cuando te quedaste dormido, nosotras decidimos levantarnos y dar un paseo, ya tendremos esta tarde tiempo para dormir en casa.

Conduce de vuelta mientras Silvia y Esperanza duermen ajenas a todo. El día está algo nublado, insulso y átono, decide no parar y dejarlas dormir. Sobre las tres de la tarde las despide en la Plaza de Castilla y se dirige a casa con la sola idea de meterse en la cama y pasar la tarde durmiendo.

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