martes, 12 de mayo de 2009

10 - CORREO ELECTRÓNICO.






Entre la nube que levantan las grandes ruedas traseras se aproxima haciéndose cada vez más visible la carroza de la duquesa tirada por cuatro caballos que avanzan al galope por el camino marcado a un lado y al otro por los viejos álamos que llevan hasta la cancela de los jardines de la finca de los Osuna.

Los revestimientos de pan de oro y las tallas de nogal del vehículo están cubiertos de una espesa capa de tierra pero la duquesa desciende del interior forrado de bordados en seda y pasamanería envuelta en un vestido gris con adornos de brocados en los costados y un amplio escote rematado con un lazo de seda rosa y una manteleta cubriéndole los hombros, sobre el complicado peinado un sombrero de plumas blancas y lazos a juego con el del escote, sus zapatos de seda bordados tocan el suelo de tierra del jardín, la compostura de su imagen no refleja el traqueteo por los caminos polvorientos.
—¡Ven, corre, entremos en la casa, al fin un poco de tranquilidad! ¡Hay que ver como estaba Madrid con todos esos carros entorpeciendo las calles, menos mal que hemos podido hacer todas las compras y hasta charlar un rato con la de Alba!
La duquesa pide a dos criadas que abran los postigos de las grandes puertas del salón que dan a los jardines. La primavera entra a raudales impregnándolo todo de una mezcla de sol y aromas de miel, de hierba fresca que crece junto a la fuente y el pequeño estanque, de los macizos de flores que se enseñorean entre los parterres y el olor del pan que se cuece en el horno al otro extremo de la casa.
Los niños alborotan alegres persiguiéndose y dando vueltas alrededor de la falda de la duquesa que se vuelve extrañada mirando a todos lados.
—¿Manolita, Manolita? ¿Dónde te has metido?...la duquesa se desprende del sombrero y siente un ligero escalofrío en los hombros y la nuca.
Al fondo de la estancia un criado que lleva entre las manos una bandeja de plata llena de vasos tallados de La Granja junto a una jarra con limonada tropieza en una de las alfombras y las piezas de cristal salen despedidas cruzando un tramo de la habitación en un vuelo parabólico que crea un calidoscopio multicolor iluminando por un instante las obras de arte que la duquesa atesora en las paredes para estallar con estrépito en el suelo del salón en una confusa lluvia de lágrimas de luz.
Manolita abre los ojos pudiendo aún ver puntitos en la penumbra de su dormitorio. Las siete menos diez. Apaga el despertador antes de que suene y se levanta yendo directamente al lavabo donde se cepilla los dientes con energía.
Bajo la ducha que pone muy caliente deja que el agua le reconforte y le ayude a despertarse poco a poco; mezclado con el agua y el champú se diluyen también los sueños, las escenas de la noche que se repliegan a oscuros rincones del cerebro, no sabe muy bien como interpretarlo, que significado pueden tener esas imágenes pero no le perturban, al menos por ahora, su trabajo le hace volver al pasado con mucha frecuencia, a ese mundo ya desaparecido y en el que a veces se sumerge tanto que casi le parece real.
Se viste en silencio para no despertar a la amiga con la que comparte un pequeño piso en la calle Conde Duque justo enfrente del cuartel. Su compañera de piso con la que se lleva bien pero ve poco es enfermera y tiene turno de tarde por lo que en raras ocasiones está levantada tan temprano. En la ribera de Curtidores a medio camino del estudio entra en un bar y pide un café con leche.
—En taza grande, por favor.
Se acuerda de la llamada de Manolo ¡Vaya!—piensa— dice que irá a la fiestecita del sábado. No se le escapa que a él le gusta el fútbol y el sábado hay un partido al parecer muy importante, lleva oyéndoselo desde hace más de quince días a todos esos percebes que andan por ahí. Es un buen síntoma— sonríe Manolita mientras bebe el café abarcando la taza con ambas manos—.
Llega al estudio y saluda a sus compañeros mientras se despoja de la cazadora y se abrocha la bata, tiene aún unos cuantos días de trabajo en compañía de Ribera, despoja al cuadro de la tela protectora y allí sigue el eremita que en ciertas zonas de su cuerpo cerúleo aparece menos mortecino renovado por la labor lenta de los pinceles que enjugan el espesor del tiempo microscópico sedimentado sobre su superficie.
Manolita observa el lienzo con ojo experto durante un largo minuto y luego se dirige al escritorio de Gonzalo encendiendo el ordenador, mientras se pone en marcha se acerca a la cafetera sirviéndose una taza del café que Alicia acaba de preparar.
—Qué, el chute mañanero, ya has debido tomarte otro por ahí —observa Alicia.
—Si chica, es que necesito algo para arrancar…
De vuelta en el ordenador abre el correo electrónico y se encuentra con ciento cincuenta mensajes, tras un vistazo rápido descarta un buen número de ellos, el resto son cobros, facturas, correspondencia de clientes y trabajo de restauración. Le llama la atención uno de un particular que dice lo siguiente:
De: Rosalino Sanchez
Asunto: Restauración de un cuadro.
Fecha: 18 de Marzo de 2009
Para: AngloartUsa - España-
Estimados Sres.
Mi patrón me manda les escriba para preguntarles si Ustedes estarían dispuestos a recomponer un cuadro al que tiene mucho aprecio. Se trata de una obra muy importante sobre todo de valor sentimental aunque también lo debe de tener en dinero por tantos años como atesora. La pieza no puede salir de aquí, los Estados Unidos, por lo que tendría que venir alguien para hacer el trabajo. Ruego se pongan en contacto conmigo.
Les saluda, Rosalino Sánchez
Bueno, la verdad es que este hombre no se explica mucho— piensa — marcando el número de Gonzalo en el móvil.
—Hola Manolita, que te cuentas…
—Buenos días Gonzalo, pues en el estudio…
—Yo me he caído de la cama, Federico se ha ido muy temprano a una obra y yo estoy en un pueblo llamado Santa María de Aguas Santas o para decirlo en gallego Santa Mariña de Augas Santas. En concreto en el llamado Forno de Santa que está en la cripta de la Basílica de la Ascensión. Es un conjunto arqueológico que al parecer está muy poco estudiado, un asentamiento de diferentes culturas con construcciones megalíticas y cristianas. Dragones de remotos cultos órficos, losas funerarias, la huella de los templarios, en fin, un lugar mágico como tantos en Galicia.
—Parece muy interesante.
—Ya lo creo, mucho, desde la fachada principal de la Colegiata Templaria hay un sendero lleno de rocas con huecos donde se recogía en el mundo Celta la sangre de las ofrendas a los dioses, a mitad del camino está el horno donde se hacían los sacrificios de los animales. Bueno, ya te llevaré algunas fotos…pero, perdona, me has llamado tú ¿Alguna novedad?
—Te quería comentar un correo que hemos recibido de un particular desde los Estados Unidos.—Le lee el mensaje.
—Bueno, no parece dar muchos detalles…
—No, supongo que querrá establecer un primer contacto, si te parece bien le pediré que me amplíe un poco el asunto, que me envíe unas fotos, en fin que nos lo aclare.
—Desde luego ¿Alguna otra cosa?
—Si ¿Vais a estar aquí el sábado?
—Desde luego, no te preocupes por eso.
—Pues entonces te dejo que tengo mucho quehacer.
—Yo sigo con mis piedras. Adiós.
Manolita dedica el resto del día a concentrarse en el cuadro, está utilizando un método mixto que ya ha discutido previamente con Gonzalo, controlando cada paso con la lupa binocular para evitar daños en algún estrato original eliminando pequeñas zonas con el uso del bisturí, utilizando disolventes muy volátiles y actuando solamente en el aglutinante del material a eliminar, a veces tendrá que ayudarse de algún gel o de las ceras, pero en cualquier caso tratará de no usar ningún líquido reactivo.
Trabaja hasta las cuatro de la tarde olvidándose de la hora de comer, pero el olor de una pizza con la que acaba de entrar Alicia por la puerta le despierta de sus ensoñaciones y se une a los demás en la cocina. Con un trozo en un plato se sienta frente al ordenador.
De: AngloArtUsa - España
Asunto: Restauración de un cuadro.
Fecha: 18 de Marzo de 2009
Para: Sr. D. Rosalino Sánchez
Estimado Sr. Sánchez,
Hemos leído con gran atención su mensaje en el que naturalmente estamos interesados, pero precisamente por ello le queremos pedir que nos amplíe la información al respecto especialmente en lo que se refiere a la obra de la que nos habla, una buena descripción acompañada de fotografías nos ayudaría mucho para establecer una sucinta evaluación de la misma al menos en esta primera fase.
Agradeciéndole su interés en nuestra compañía, le saluda atentamente,
Manolita Madrid

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